Spoilers Sábado, 22 febrero 2014

House of Cards, temporada de laboratorio

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Levante la mano el que no se palteó con la escena final de esta temporada. Estoy seguro que varios retrocedieron para verla otro poquito, otra vez. Estoy seguro, también, que la gente en Netflix sabe eso. No: la gente en Netflix calculó eso.

Netflix sabe todo de sus usuarios: qué películas son las más populares, en qué momento dejas de ver una serie y no vuelves más, qué escenas vuelves a ver, qué películas ves de nuevo, qué actores buscas específicamente, cuántos capítulos ves de golpe, etc. Sobre la base de esta información se animaron a comprar la primera temporada de HOC y, estoy seguro que sobre la base de esta información construyeron la segunda temporada.

¿Por qué? Porque está mucho mejor armada. Más concentrada. Da los golpes exactamente cuando tiene que darlos. El resultado es maleadamente adictivo. La segunda temporada de esta serie está diseñada para verla en una maratón y no de manera, ejem, serializada.

Las diferencias entre ambas temporadas son varias. Hay dosificado los monólogos de Kevin Spacey (a veces los reducen a sólo miraditas a la cámara), apareció por fin un antagonista, barrieron con el subplot de la muerte de Russo y los temas se sienten más «reales» (en realidad, son coyunturales: crisis energética, ciberataques chinos, guerrilla hacker, desvío de fondos de super PACs).

Especialmente, en esta temporada se libraron de algo que me molestó mucho de la anterior. En la primera temporada, daba la impresión que Underwood había calculado todo, absolutamente todo, desde el inicio de la serie para llegar a ser vicepresidente.

En cambio, en esta segunda temporada (que, curiosamente, parece haber sido diseñada al milímetro), Underwood parece más librado al azar. Lo vemos adaptarse, improvisar, rearmar esquemas y alianzas sobre la marcha. Tiene una meta pero no tiene tan claro como llegar a ella. Eso lo vuelve más humano, más falible y hasta nos hace simpatizar, un poquito nomás, con él.

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La serie tiene sus bemoles, por supuesto. En A.V. Club dicen que escritores, actores y directores disparan cada uno por su lado:  «los escritores están construyendo la épica mortalmente seria sobre un moderno Maquiavelo; los actores –especialmente Spacey y Wright– se han entregado a una especie de camp oscuro, y los directores parecen interesados en construir un diorama hiperrealista de Washington» (por cierto, qué tal fotografía la de esta temporada).

Pero si algo revelan esos desencuentros es que –por más que una serie haya armado usando big data de sus fans– nunca un algoritmo podrá emocionarnos tanto como la manera en la que Spacey mira a la cámara, sonríe, y nos dice: «Welcome Back«. Por suerte.

YAPITAS

  • ¿El capítulo mejor construido no fue acaso el de Freddy, dirigido por Jodie Foster? ¿O me está cegando el fanatismo por Jodie?
  • Por momentos me aburría todo el subplot de Doug con Rachel pero poco a poco me ganó. Lástima. Fue un gusto, Doug. Tu fantasma y el de Russo volverán para la tercera temporada.
  • Aparte de la muerte de Kate Mara (insertaron esa escena de la ducha para que la extrañemos más, ¿no?), ¿qué otros momentos los huevearon? Creo que la mayoría contestará que el trío (o el «welcome back»). Pero a mí toda la entrevista a Claire me pareció una genialidad.
  • Por cierto, Robin Wright (que también dirige un capítulo en esta temporada) está esplendida. Una capaza sin nada que envidiarle a Spacey. Y es más difícil para ella, porque Spacey se gana la complicidad del espectador cuando nos habla. En cambio, ella sólo tiene un momento de humanidad al final, cuando se quiebra en la escalera.
  • No quería dejar de decir que me encanta el personaje de Jackie Sharp. Me encanta todo de ella. Eso nomás.
  • ¿Cuántas temporadas más puede seguir esta serie? En serio. O sea, ¿qué sigue después de esto? ¿Que lo nombren Papa? Por algo la serie se llama Castillo de Naipes. ¿Quién empezará a soplar?