Spoilers Viernes, 26 junio 2015

Sense8, la nueva serie de los Wachowsky: ¿es genial o es una huevada?

El título no es una pregunta retórica. Ya terminé de ver Sense8 y, en serio, sigo desconcertado. No sé qué demonios acabo de ver, durante 10 horas. Vamos a ordenar las ideas, con la esperanza de descubrirlo junto a ustedes. Intentaré mantener los spoilers al mínimo, pero esta sección se llama como se llama por algo, eh.

Los 8 "sensates".

Los 8 guapos «sensates».

Estamos ante el intento de Netflix de tener su propio «Lost» o su propio «Heroes«. El guiño a Lost es clarísimo: el actor que hacía de Sayid (Naveen Andrews), aparece aquí como alguien de la «generación anterior» de sensates.

Los sensates (que significa algo así como «receptivo», capaz de comprender el mundo a través de los sentidos) son, como en Heroes, mutantes repartidos por todo el mundo, cuyo poder es, bueno, difícil de explicar, la verdad. Básicamente pueden sentir lo que siente alguien más de su cluster (que se traduciría como «racimo» pero dejamos así por su uso habitual en informática, sobre todo).

Pero no solo eso, como vamos descubriendo gradualmente, también pueden conversar, transmitir sus conocimientos, «poseerlos» y, por supuesto, tirar. De hecho, una de las escenas más logradas de la serie es la tremenda orgía del capítulo 6. Y, además, uno de los personajes principales es una mujer trans.

 

Ya, eso sí empieza a sonar como los Wachowsky

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¡Acción Wachowsky!

Si han seguido la carrera de estos directores después de Matrix, sabrán que ahora uno de ellos es chica: Lana Wachowsky. Y si cometieron el error de ver Matrix: Revolutions, no les sorprenderá la orgía ni la presencia de la música electrónica ni, en general, el rollo de la conexión mística de la humanidad.

También se nota la mano Wachowsky en las escenas de acción. Y resulta particularmente divertido en el caso de Lito, el sensate mexicano, que trabaja como actor y protagoniza las típicas escenas de acción tipo Matrix, que ahora son casi la norma, mientras vemos las sogas y todo el artificio detrás. Es como una mirada irónica a su propio legado cultural.

En Sense8 aparecen como directores otros de la manchita Wachowsky:  Tom Tykwer, que co-dirigió con ellos la desastrosa Cloud Atlas y James McTeigue, director de V for Vendetta (producida por los hermanos).

Pero el verdadero tercer sensate es J. Michael Straczynski, creador de Babylon 5 y famoso escritor de cómics (aquí, gracias a Perú.21, pudimos leer sus excelentes etapas en Spider-Man y Thor) que tiene sensibilidades muy parecidas a los Wachowsky (en diálogo, místico y cyber-rollo). En lo que se diferencian es en el sexo (JMS dice que es muy nerd y que los hermanos W son mmm un poco más frontales al respecto).

Porque hay sexo, mucho sexo, no»convencional» en esta serie. ¿Ya les dije eso?

 

Sí, ¿pero es buena o no?

Sense8 - Official Trailer - Netflix [AUS] (1080p)[(000654)18-18-36]

Por algo mucha gente se convenció en el capítulo 6.

A ver, claramente se trata de una series que, si no te enganchó después del capítulo 6, deberías abandonar todo intento por proseguir. ¿Por qué? Porque hasta entonces habremos tenido los siguientes clichés:

  • Un personaje trans cuyo único rollo es que es un personaje trans. Ah, y hacker, porque, bueno, Wachoswky.
  • Una pedida de mano en la India durante la que los personajes deciden montar un musical tipo Bollywood. Y todos se saben la letra y los pasos. En serio.
  • Una coreana que es, oh, oprimida por el patriarcado que vive su conservadora familia pero que –¡alerta de giro inesperado!– es una experta en artes marciales.
  • Un delincuente alemán que odia tanto a su padre que mea sobre su tumba en una escena idéntica a la que acabamos de ver en House of Cards en el mismo puto Netflix.
  • Un africano pobre pero de optimismo imbatible que busca medicinas para su madre con VIH.
  • Un actor latino de telenovelas que es secretamente gay.
  • Un policía gringo que es el único de ellos que puede atar los cabos de la siniestra organización que los quiere capturar.
  • Ah, y claro, la siniestra organización que quiere capturar a los Héroes sensates.
  • Todos están secretamente unidos por pura casualidad pero, claro, todos son apropiadamente guapos y atléticos (nadie quiere ver en orgías a la gente de Chicharrón de Prensa).
  • Todos –y, especialmente, sus parejas, cuando las tienen– han desarrollado una tendencia al monólogo o al diálogo convenientemente puntilloso sobre puntos vitales para la trama.
  • Todo esto sin contar que cada locación es grabada con el filtro de Instagram que esperarías de cada una (África cálida, Corea metálica, India multicolor, etc.)

No sólo eso. En muchas ocasiones solo falta que los personajes volteen a la cámara y empiecen a discursearte sobre alguno de los rollos Wachowsky con los que la serie se ha comprometido: la diversidad, la tolerancia, la empatía.

Por más que uno ideológicamente esté de acuerdo con todo eso, por momentos, y sobre todo al inicio, se siente que el discurso está por encima de la historia. Y, definitivamente, no ayuda el hecho de que, durante varios episodios, no pase nada. Nada. O sea, todas las historias independientes avanzan un poquito (salvo la de Riley a.k.a. DJ Bjork, que en la primera mitad de la temporada se la pasa escuchando su iPod y ya). Pero la trama general, la historia que uno quiere ver, es decir, las interacciones que los unirán para enfrentar la amenaza común, podría haberse resuelto, como mínimo, en la mitad de capítulos.

De hecho, hay capítulos que colocan las escenas de «acción» a la mitad del episodio y finalizan con algún momento empático, como resaltando, hey, esta serie es más que bazucas, porsiaca, eh.

 

Pero todos estos defectos terminan enganchándote

Sensates united!

Sensates united!

Porque eventualmente te das cuenta que, sí, paja la conspiración, pero también quieres ver si Sun va a ir presa o si Lito finalmente sale del clóset o si Kala decide casarse o no. Las respuestas a todas esas situaciones son también clichés, pero hay algo que los hace distintos: en todas esas historias, los sensates pueden apoyarse entre sí. No son solo sus historias individuales sino que los otros sensates son, en parte, espectadores como nosotros solo que en vez de gritarle a la tele, pueden hacer algo por, efectivamente, ayudar a los otros personajes. Pueden involucrarse.

Y eso es lo que los hace superiores a los humanos, como dice Sayid Jonas.

Sí, otra vez un rollo poco sutil. Sin embargo, a pesar de lo panfletario que resulta el discurso, la serie se la juega por completo por sus rollos. La empatía, la tolerancia y la diversidad no son solo conceptos abstractos, sino que se usan para meternos por completo en los personajes. No es casualidad que las tres mejores escenas de la serie (que entraron rápidamente a mi ránking de mejores escenas que he visto en tele este año) giren precisamente en torno a esos valores: el karaoke de 4 Non Blondes, el flashback a los nacimientos y la orgía.

Particularmente me gustaría detenerme en la orgía porque es donde los Wachowsky llevan al límite su tesis: dos de los involucrados en ella son heteros y, sin embargo, se dejan llevar por un momento de empatía o de fusión con los otros que no está disneyficada como algo «místico» o un tipo de comunión con el prójimo o algo así de sano, sino que tiene una inequívoca carga sexual. Y, de pronto, te das cuenta que –a diferencia de los calateos al por mayor de Game of Thrones, por ejemplo– ninguna de las escenas sexuales de esta serie es gratuita. Ninguna.

La orgía, por cierto, ocurre en un punto de la trama en que estás preguntándote si vale la pena seguir viendo. Y lo consigue. Como pasa con el karaoke o (en menor medida, porque para entonces ya estás enganchado) con los nacimientos. A pesar de las actuaciones irregulares, de los clichés, de la estructura sin sentido de algunos episodios… te das cuenta de que estás delante de algo distinto, muy distinto, y sigues adelante.

Lo cierto es que estamos ante una serie absolutamente innovadora. Frustrante de ver. Cansina a ratos. Confieso que al inicio la veía mientras tuiteaba pero, cada cierto tiempo, me obligaba a bajar la tableta y prestar atención. Y, cuando termina, sigues sin saber qué carajos has visto. Sexo trans, partos reales, hacking, conspiraciones farmacéuticas, asesinatos religiosos, un cameo del final de Cuna de Lobos, lujos africanos…

No tengo idea cómo veremos a Sense8 dentro de unos años, pero, eso sí, considérenme oficialmente enganchado para la segunda temporada. Sólo esperamos que no sea como Matrix:Reload.